viernes, 26 de noviembre de 2010

The curious incident with the dog at the night time

Hace unos poquitos días terminé de leer este curioso libro de Mark Haddon que me ha dejado un regusto extraño.

El libro es una historia, escrite en primera persona por Christopher, un adolescente con síndrome de Asperger, que se caracteriza por, muy resumidamente, la falta de habilidades sociales.

A lo largo del libro Christopher cuenta la historia que sobreviene en su vida con la muerte del perro de una vecina y sus investigaciones para averiguar quien ha sido el asesino. Lo más curioso del libro es la mezcla de capitulos en los qeu la historia avanza, donde Christopher habla de las averiguaciones que hace, de como habla con los vecinos y demás, con los capitulos en los que habla de cosas que aparentemente no tienen sentido dentro de la historia, como que de mayor quiere ser astronauta, o de como su profesora le dibujó expresiones en un papel para que pudiera entender las caras.

En ocasiones es desgarrador ponerte en la piel del padre de Christopher, o de la madre. El hecho de no poder abrazar a tu hijo, de que no pueda entender tus emociones por tus gestos, de no poder contactar con él emocionalmente debe ser durisimo.

Al final se te queda esa sensación de que acabas de encontrarte con una novela "no tradicional" que es una pequeña pieza de coleccionista. 

viernes, 19 de noviembre de 2010

Fringe v3.07

Vengo de ver el capítulo 7 de la tercera temporada de Fringe, y desde luego no es apto para cardíacos. De hecho, creo que aún me va el corazón a 100.

Si has llegado hasta esta página pero aún no has visto el capítulo NO SIGAS LEYENDO. Ahora mismo necesito destriparlo y te puedo asegurar que si lees esto estarás muy enfadado conmigo XD

En principio todo apuntaba a un capítulo normal “overthere”. Nuestra Oli ya tiene claro quien es y que allí no pinta nada, y está buscando la forma de volver. Así que acude a Henry, el simpático taxista que pareció creer en ella en el primer capítulo, para que la ayude a llegar a la estatua de la libertad, y poder introducirse en el tanque para volver.

Pero claro, mientras tanto los casos Fringe siguen surgiendo y Oli tiene que lidiar con ellos. En este caso tenemos a Candyman. Alguien se dedica a secuestrar niños y devolverlos con los organos internos atrofiados. Tiempo atrás, el hijo de Broyles fue uno de los secuestrados (curioso que el Broyles “overthere” esté casado y tenga hijos, no sabemos nada sobre nuestro Broyles). Gracias al niño consiguen averiguar quien es el secuestrador y por supuesto el papel de Oli es indispensable, por lo que Broyles se siente agradecido. Por eso, cuando descubre que ella sabe quien es la deja marchar.

Y Olivia se marcha. Llega a la isla y se mete en el tanque. Y, como por arte de magia, aparece “aquí”, en nuestra estatua de la libertad. Pero claro, eso no dura eternamente, porque las cosas no podían ser tan fáciles (además, tengo la sospecha de que el tanque ese sólo sirve para enviar la conciencia, no el cuerpo entero, porque si no a ver como pueden sacarla estirando...). Walternate llega para sacarla de allí y dejarla atrapada otra vez.

Pero ahí llega una chispa de esperanza. Oli llega a hablar con alguien esta vez, justo antes de desaparecer ante sus ojos. No sabemos que le ha dicho, pero podemos imaginar el estado en que debe quedar la pobre mujer de la limpieza al verla desaparecer.

En la siguiente escena vemos a Peter y Fauxlivia tranquilamente viendo Casablanca en la cama. Fauxlivia no sabe nada sobre la película y comenta que el protagonista es Regan (¿Regan?!) y que si al final se van juntos. Peter ríe, porque no puede creer que Oli no conozca Casablanca. Todos conocemos Casablanca. “Louis, presiento que éste es el comienzo de una hermosa amistad". Y comenta que todas las grandes historias de amor son trágicas (no lo sabes tu bien, pienso yo en ese momento). Apagan la tele y a dormir.

Peeeeeeeeeero oh sospresas del destino. El móvil de Peter suena. Y aquí he de reproducir lo que ocurre tal cual:

Peter: Hello. Walter, are you? I can hear you breathing.
Telf: Is this Peter Bishop?
Peter: Yes
Telf: I'm calling from New York. I know that will seem 'crazy, but I just saw a woman
disappear before my eyes.
Peter: Who is this?
Telf: Her name was Olivia. She had a message for you. She's trap in the other Universe.

Y claro, la cara de Peter es un poema, y mi corazón se desbocó a mil por hora. Y lo único en lo que puedo pensar es ¿ahora que?¿De verdad tengo que esperar a la semana que viene dos semanas!?

lunes, 1 de noviembre de 2010

Una chispa de esperanza



Con este relato gané el último concurso de relatos cortos de Los desterrados
Aqui os lo dejo. Espero vuestros comentarios, que siempre ayudan a mejorar. 



Todavía recuero el día en que decidiste irte a la guerra. Era el 15 agosto de 1936 y a penas llevábamos casados cinco meses. Yo tenía 20 años y tu acababas de cumplir los 21. Estábamos comiendo en el salón de nuestra pequeña casita, escuchando la decrépita radio que tus padres nos habían regalado por nuestra boda. El día anterior nos había llegado noticias de la toma de Badajoz por parte de los sublevados y en ese momento escuchábamos por la radio como seguían avanzando.

- Esto es injusto -dijiste-. No podemos dejar que esta gente arruine lo que con tanto esfuerzo consiguieron nuestros padres.
- No podemos hacer mucho Miguel.
- Claro que sí. Podemos ayudar -dijiste al tiempo que te levantabas de la silla-. Voy a unirme a los republicanos.
- Pero Miguel, a ti nunca te gustó la política. ¿Que más te da? ¿Vas a dejarme sola?
- Es una cuestión de principios Adela. No voy a dejar que las tropas de Franco nos roben la república.

En ese momento no tuve el valor de decirte que pensaba que estaba embarazada de 2 meses. Estabas tan decidido a irte a la guerra, a ayudar, que no pensé que eso fuera a cambiar nada. En cambio, probablemente estarías más tranquilo en el frente sin saberlo.

Nos sentamos y seguimos con nuestra comida en silencio. Esa misma tarde fuiste a la casa del pueblo a alistarte y yo fui a casa de mis padres, a pedirles consejo.

La guerra avanzaba deprisa, por lo que las tropas republicanas no querían perder el tiempo, así que el día siguiente tenías que irte de mi lado. Esa noche la pasamos en vela. Fue la última vez que hicimos el amor. Juntos, abrazados en la cama, me explicabas tu necesidad de irte. No querías que nuestros futuros hijos crecieran en manos de los sublevados. Querías que pudieran tener una vida digna y pensabas que la única forma en que nuestro país avanzaría era mediante la república.

Si hubieras sabido lo que aquella guerra iba a deparar a nuestro hijo, ¿te hubieras marchado igualmente?

Al día siguiente te vi subirte a un camión lleno de jóvenes del pueblo. No podía creer la cantidad de gente que pensaba como tu. Todos vosotros os dirigíais a una muerte casi segura, pero ibais cantando, felices por poder ayudar al gobierno legítimo.

Yo sólo podía rezar. Arropada por nuestros padres y con el rosario en la mano, rezaba para que tuvieras razón, para que los republicanos ganaran esa absurda guerra y tu volvieras a mi lado, y pudieras conocer a nuestro hijo. Esa misma noche dejé nuestra casa para irme con mis padres.

El tiempo pasaba y yo no tenía noticias tuya. Pasábamos los días pegados a la radio, tratando de averiguar como marchaba la guerra, que por suerte, todavía no había golpeado al pueblo.

El 23 de marzo de 1937 nació nuestro hijo, Miguelito. Yo seguía sin saber de ti, pero mi corazón me decía que estabas bien, que estabas vivo, y que volverías a nuestro lado. Aunque no estabas allí, tuve la suerte de tener una familia que me quería y me cuidaba. Además, tus padres siempre estuvieron a mi lado y ayudaron en todo lo posible.

En octubre nos llegó la noticia de tu muerte. Estabas con el resto de jóvenes del pueblo, combatiendo en Gijón, cuando llegaron los sublevados os atraparon. Os fusilaron a todos, dijeron.
En ese momento creí morir. Ya nunca volvería a abrazarte. No conocerías al fruto de nuestro amor. Sólo habíamos podido vivir juntos cinco meses. No podía creerlo, tenía que ser mentira. Prometiste que volverías.

Fue muy difícil para todos nosotros superar aquello. Yo acababa de perder a mi amor. Tus padres habían perdido a su único hijo. Y los míos habían perdido a su yerno, al que querían como a un hijo. Además, teníamos que salir adelante como fuera, por tu hijo.

La suerte llamó a nuestra puesta en noviembre, cuando la señora de Mosquera dio a luz a un bebé. Ella no estaba dispuesta a darle el pecho, por lo que buscaban un ama de cría. Yo todavía estaba amamantando a Miguelito, por lo que me dieron trabajo en el caserón para amamantar a su hijo Bernardo. Ellos sabían de la situación en la que nos encontrábamos y no dudaron en ayudar. Siempre fueron buenos con nosotros.

Me trasladé a vivir a su casa y cuando Bernardo dejó de tomar el pecho me acogieron como ama de llaves. Los Mosquera fueron como una segunda familia para nosotros. Como eran pudientes, no tuvieron problemas con el nuevo gobierno al acabar la guerra. Miguelito y Bernardo crecieron como hermanos y les dieron la misma educación. Si le hubieras visto el día que se graduó en Derecho. Estábamos todos tan orgullosos de él.

A Miguelito nunca le ocultamos nada de nuestro pasado, aunque a los señores no les gustaba que se hablara de ello, por miedo a represalias del gobierno. Él estaba decidido a estudiar derecho y a recuperar los restos de su padre. Siempre tuvo ansias de saber de ti, ¿sabes?

Y gracias a su empeño aquí estamos hoy, a mis 93 años, en una cuneta de una carretera perdida de Asturias, con nuestros nietos sujetándome en pie, mientras rezo con un rosario en la mano. Es una escena parecida a la del día en que te fuiste de mi lado para siempre. Pero hoy, por fin, vuelves a mi lado. Después de tantos años de esfuerzo, un juez ha decidido que tengo derecho a recuperar a mi marido. Así que hoy volverás a casa y por fin podré descansar en paz, a tu lado, como siempre debió ser.

-Señora Fernández, ¿se encuentra bien?¿Podemos proceder?

La voz del juez sacó a Adela de su ensoñación. Después de tantos años, después de haber perdido la esperanza, iba a recuperar lo que la guerra le arrebató, el amor de su vida.

-Si señor, no se preocupe. Procedan.

Y la máquina excavadora clavó su pala en la tierra, a punto de devolver a sus familiares a algo más que un recuerdo de sus seres queridos, 73 años después.